Es la primera entrega de una serie de películas titulada Vida céntrica, que es el resultado del encuentro feliz de dos amigos que se juntan a filmar por el placer de caminar y de observar la ciudad en la que viven y en la que crecieron. Lo que miran es la ciudad que les pertenece, y convertir ese hecho en película es la manera de compartir esa pertenencia con otras y otros. Cada observación, sea el movimiento del tránsito de una intersección de calles, sea la fuerza del viento ejercida sobre una rama, sea el ritmo de los peatones en la noche, contiene una forma y un relato y la confianza de que pueden ser trasmitidos a quien se brinde a esa contemplación.